Diversos funcionarios de los servicios de inteligencia de Estados Unidos (EU) han sufrido síntomas del “síndrome de La Habana”, los cuales están relacionados con presuntos ataques de energía dirigida.
Los síntomas a menudo se conocen como “síndrome de La Habana” debido a una conocida serie de casos que afectaron al personal de la embajada de Estados Unidos en Cuba a partir de 2016. Estados Unidos no ha vinculado públicamente los incidentes a un gobierno rival.
En aquel entonces, se detectaron decenas de casos entre diplomáticos estadounidenses y canadienses y sus familiares en la capital cubana. Los afectados sufrían somnolencia, fatiga, dolores de cabeza y problemas de audición y visión. Además, lo asociaban con que los funcionarios afectados habían manejado cuestiones como las exportaciones de gas, la ciberseguridad o las injerencias políticas de la isla.
De acuerdo con medios locales de Estados Unidos, no solo los funcionarios estadounidenses han presentado dichos síntomas, incluso en Rusia, China, Australia y Berlín se ha dado a conocer la presencia del “Síndrome de La Habana”.
Un caso ocurrió a principios de septiembre, cuando dos posibles casos de síndrome de La Habana demoraron un viaje de la vicepresidenta Kamala Harris, de Singapur a Vietnam. Los funcionarios estadounidenses dijeron entonces que no fue alguien que trabajaba para la vicepresidenta o la Casa Blanca.
¿Energías dirigidas?
En diciembre de 2020, expertos de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos sospecharon que las causantes del “Síndrome de La Habana” son las pulsaciones dirigidas de energía de radiofrecuencia.
Otros investigadores suponen que la causa del “Síndrome de la Habana” son las armas de microondas, que los detractores de Estados Unidos utilizarían específicamente contra diplomáticos, empleados de los servicios secretos y sus familias. Este tipo de armas, que utilizan radiaciones de alta frecuencia, ya han sido desarrolladas.
Se sabe que las armas basadas en microondas funcionan en el rango de uno a 300 gigahercios. El horno de microondas casero calienta las comidas a una frecuencia de 2,5 gigahercios, por lo que a medida que aumenta la frecuencia, aumenta la energía de la radiación.
Es decir, con un equipo adecuado, puede dirigirse contra las personas, y los rayos penetran entonces en el cuerpo hasta una profundidad que depende de la frecuencia, donde pueden causar daños.
Cabe mencionar que el Departamento de Defensa de Estados Unidos, por ejemplo, ha desarrollado un sistema de armas que utiliza microondas a una frecuencia de 95 gigahercios.
Pese a todo lo anterior, es necesario resaltar que no hay prueba científica que dicho síndrome exista o que se desarrolle de la manera en que se ha descrito.
Con información de Radio Formula