El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, después de meses de dar vueltas sobre el tema, se comprometió a terminar una carretera a través de una parte prístina de la selva amazónica, una medida que, según los científicos, traerá consecuencias desastrosas sobre la deforestación. El mandatario izquierdista está bajo presión para completar la pavimentación de la BR-319 como alternativa de transporte ahora que la Amazonía enfrenta una sequía récord, que ha reducido el nivel del agua de los ríos y ha dificultado la navegación en las principales vías fluviales que unen el norte de Brasil, como el río Madeira.
“Si bien el río Madeira era navegable, la carretera no tenía la importancia que tiene ahora. Vamos a terminarlo con la mayor responsabilidad”, afirmó Lula el martes.
La pavimentación de la BR-319 es una postura política poco común que Lula comparte con su némesis, el expresidente Jair Bolsonaro, quien presidió una deforestación vertiginosa y también defendió la carretera.
La carretera federal, un tramo de aproximadamente 900 kilómetros desde Porto Velho, cerca de Bolivia, hasta Manaos, la ciudad más grande del Amazonas, fue impulsada por primera vez a través de la selva en la década de 1970 por la dictadura militar de Brasil —principalmente en la administración de Emílio Garrastazu Médici—, pero luego fue abandonada y la selva creció demasiado en la mayor parte del camino. Los tramos en ambos extremos están pavimentados, pero más de 400 kilómetros en el medio siguen siendo caminos de tierra que se convierten en barro intransitable en la temporada de lluvias.
Los científicos y activistas ambientales dicen que la finalización de la carretera abrirá el acceso a los madereros y mineros ilegales, y a los agricultores que talan el bosque prendiendo incendios para abrir la tierra a la cría de ganado. Un estudio estimó que el proyecto resultaría en un aumento cinco veces mayor en la deforestación para 2030, el equivalente a un área más grande que el estado estadunidense de Florida —o ligeramente superior a la extensión del estado de Coahuila (México) o de Nicaragua—.
La ministra de Medio Ambiente de Lula, Marina Silva, se opuso a la carretera, diciendo que no era viable en términos económicos y ambientales. Pero en junio un grupo de trabajo del Ministerio de Transporte la contradijo y concluyó que la carretera era viable y su opinión había perdido terreno en la administración.
Sequía e incendios en el Amazonas
Al visitar la región el martes, Lula negó que marina Silva se opusiera a pavimentar la carretera, que estaba suspendida en julio por un juez federal por falta de salvaguardas contra la deforestación. Junto al gobernador del estado amazónico, Wilson Lima, y dos senadores conservadores que también respaldan el proyecto, Lula propuso negociar una “solución definitiva” para recuperar la carretera.
Queda mucho trabajo por hacer para terminar la carretera, incluida la reconstrucción de dos puentes que colapsaron y la construcción de un nuevo puente sobre el río Igapo-Acu, donde los camiones tienen que hacer fila para cruzar en una barcaza.
Las consecuencias de la actual sequía son evidentes en el número sin precedentes de incendios que arden a lo largo de la BR-319, destruyendo miles de hectáreas de selva tropical, como lo atestigua esta semana un fotógrafo de Reuters. Los expertos dicen que los incendios en una selva tropical no se encienden por sí solos, sino que los inician las personas, a menudo a propósito para limpiar tierras para la agricultura. Las llamas se extendieron rápidamente entre la vegetación reseca por la sequía. La pavimentación de la BR-319 sólo puede aumentar la destrucción por incendio, afirman.
“Mientras sequías e incendios sin precedentes asolan el Amazonas, la pavimentación de la carretera BR-319 desatará una ola catastrófica de deforestación que exacerbará aún más la crisis actual, con terribles implicaciones climáticas globales”, dijo Christian Poirier, portavoz del grupo de campaña Amazon Watch.
La decisión de Lula de seguir adelante con la carretera contradecía el objetivo declarado de su administración de contener la destrucción de la Amazonía. Ignoró la presión internacional para preservar la selva tropical que, según los expertos en clima, es vital para frenar el calentamiento global.
“El mundo que compra nuestros alimentos exige que preservemos la Amazonia. ¿Y por qué? Porque quieren que cuidemos el aire que respiran”, afirmó, afirmando que Brasil no mantendrá la Amazonia como un “santuario de la humanidad” sino que desarrollará económicamente la región de forma sostenible.