Simulemos el sabor, llamémosle chocolate y ¡compremos un yate!

¿Qué tienen en común el queso parmesano, el chocolate y las pantallas 4k? Fácil. Todos son ilusiones en nuestro día a día. Aunque pareciera que son objetos cotidianos, que podemos encontrar en cualquier supermercado y a precios relativamente accesibles, esto es solo algo que nos han hecho creer. ¿Es esto una simulación? Exacto, pero no precisamente como en Matrix.

La semana pasada la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO para los amigos) emitió un comunicado donde dejo canceladas a algunas marcas. Tal y como si fuera un episodio del videojuego Among Us, estas marcas fueron sacadas brutalmente de la nave, del transbordador espacial, del crucero de lujo por el mar caribe que es México. El motivo de esto es que estas marcas se comportaron como impostoras, vendiendo productos que solo simulaban ser productos reales y de calidad, pero que estaban elaboradas con ingredientes de sexo dudoso. Ahora el yogur no es yogur, el queso no es queso y López Obrador no fue presidente legítimo de México en 2006. Esto último es verdad, pero el punto no es ese. Estos productos solo son una ventana a lo que se ha cocinado desde los sótanos del poder económico mundial (¿quién cocina en el sótano?), donde nos hacen creer que todos tenemos el mismo acceso a distintos productos.

El chocolate, el gran engaño

En siglos anteriores, el chocolate se preparaba como bebida para las más altas esferas de la sociedad. Al inicio solo la nobleza española podía acceder a tan preciado elixir divino. Después se popularizó entre la realeza de todo Europa y, después de algunos cambios en el proceso de preparación, logró distribuirse en forma de tablillas. Ésta forma de presentar el chocolate era igualmente alcanzable solo para la clase alta. Se comenzó a distribuir también hacia el público y… comenzó la simulación. Esa cosa extraña grasosa y con altas cantidades de azúcares (o jarabes de maíz) que encontramos en la tienda en $5.00 en realidad no es tan chocolatoso como esperaríamos. Una patada en los amiguitos es como llamaría a ese producto. ¿Cómo es que un producto tan exclusivo logró reducir tanto su precio hasta llegar a venderse a $30.00 el kilogramo? La respuesta es sencilla: simulemos el sabor, llamémosle chocolate y ¡compremos un yate! Se sustituyen ingredientes como el cacao por cocoa, el azúcar de caña por jarabe de maíz y la leche por una cosa extraña derivada de la leche. El cacao, azúcar de caña y la leche son alimentos más naturales, mientras que la cocoa y el jarabe de maíz son productos de origen industial. Esto se hace para reducir costos, y legalmente puede ser llamado chocolate, pero no es la misma calidad del producto. Mientras que un chocolate “fino” es elaborado a partir del cacao y que tiene costos de $1.00 por 1 gramo, el “chocolate” industrializado y barato está hecho con cualquier cosa que se pegue a tus arterias y tiene costos de $1.00 por 2 gramos. Cuesta la mitad, pero te daña cuatro veces más. Las empresas simulan vender chocolate y tú simulas ser una persona saludable. La matrix quedó como estúpida frente a la realidad.

Queso parmesano, segundo strike

El queso parmesano tiene un caso similar al del chocolate. Afortunadamente esto no tiene un daño (grave) para la salud. Para entender esto, recordemos a nuestro divo, el emperatrizo de los escenarios, Juan Gabriel. Su voz, su estilo y sus canciones de ama de casa despechada o de borracho en cantina son inolvidables para muchos. ¿Qué sensación nos viene cuando nos dicen que Juan Gabriel estará en los XV años de la sobrina de Lupita? Esa misma sensación, tan agradable, es la que deberíamos sentir cuando nos ofrecen queso parmesano en los restaurantes. Si, tenemos a Juan Gabriel, pero no a nuestro querido artista, sino al honrado imitador. No hay algo de malo en estas imitaciones, son más económicas, pero no es en realidad lo que pedimos.

Con relación a los quesos, hay una palabra mágica para entrar en las alacenas de cualquier hogar: tipo. Día a día encontramos “quesos” que simulan serlo. Encontramos “manchego” que va desde los $120.00 hasta los $30.00 por empaque. ¿Para qué comprar el más costoso si está el más barato? Pues pagamos menos por tener una palabra más: el “queso” de $30.00 es lo que se llama queso tipo manchego. Es queso, pero no es manchego, solo similar a él. El queso parmesano es el más alucinante caso. El queso auténtico proviene de Italia y se llama parmigiano reggiano, que se vende por alrededor de $1,000 por kilogramo. En el súper más cercano lo podemos encontrar hasta en $30 por un empaque de 115 gramos. Es una imitación de este tipo de queso, que utiliza más ingredientes y baja costos. No es estrictamente auténtico, ni es necesariamente malo, pero sí que es un detalle que regularmente no se menciona. Simulemos que todos tenemos acceso hasta al queso.

Pantallas 4K, home run!

Hace unos cinco años las pantallas con resolución 4k podían costar unos $35,000 o $40,000. Hoy en día se pueden encontrar desde $6,000. ¿Cuál es la diferencia? Hay muchos aspectos técnicos a tomar en cuenta, pero podemos decir simplemente que el 4k no es necesariamente 4k. Ni las consolas de videojuegos ni las pantallas económicas lo tienen. Simulan serlo y además disminuyen la calidad de la imagen en general para alcanzar esos precios tan bajos. Reducen la cantidad de colores que se pueden ver, la resolución real es un poco más baja, tienen menor iluminación, menor calidad de audio cuando incluyen bocinas, software genérico y menos conectividad. Aunque es cierto que el precio no es el mismo, tampoco es que la tecnología haya alcanzado esos precios tan bajos. Simplemente no contienen buenos componentes. Nuestros bellos y sensuales ojos no nos engañan, son las certificaciones y reglamentos las que permiten que esto suceda.

Dominando la Matrix

Siendo claros: vivimos creyendo que como humanos avanzamos a pasos agigantados, que la tecnología, los alimentos y en general todos los productos de lujo son alcanzables para los mortales en nuestros días. Cruel es la realidad en que vivimos, pues solo nos lo han hecho creer. Las cosas siguen igual que en el siglo pasado, solo que con trajes nuevos y vestidos distintos. La tecnología de punta, los alimentos, la ropa, las edificaciones… todo ello ha sido simulado. Los altos índices de padecimientos relacionados con el consumo excesivo de azúcares son de esperarse en un país con tanta desigualdad, donde los productos que se consumen simulan ser de calidad superior, pero que están compuestos de cualquier cosa que pueda rellenar el estómago. Los productos económicos están hechos de materiales económicos que pretenden seguir tendencias de mercado, sin ofrecer a los consumidores lo que realmente están buscando. Gato por liebre, le llaman. Sin embargo, no todo está perdido. Hay una simulación más, de la cual si podemos salir y esto se refiere al poder que ejercen las empresas. Parecen imbatibles, gigantes todopoderosos que nos dirán lo que debemos comprar. Como consumidores, tenemos poder suficiente para cambiar las tendencias. ¿Qué empresa seguiría produciendo alimentos con azúcares baratos y dañinos si los consumidores no los eligen? ¿Qué empresa seguiría vendiendo teléfonos inteligentes a precios increíblemente inflados si no hay consumidores que se presten a ello? No seremos machos, pero somos muchos, y con más poder del que creemos.

About Alexis Mendoza

Escribe código por formación y resuelve ecuaciones por pasión. Con amplia experiencia como estudiante. Un intenso, cachondo de la vida. Frase favorita: “Pasamos tanto tiempo viviendo, que nos olvidamos de pensar”.

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